BIENESTAR - 03/11/2008
Javier Parra
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En Argentina, Uruguay, Chile, Brasil, Venezuela, México y EE.UU. es fácil encontrar hoy a multitud de personas de ascendencia gallega, hijos y nietos ya asentados en esas latitudes de aquellos emigrantes del pasado siglo que cruzaron el océano a bordo de vapores en busca de una vida mejor.
Afortunadamente, las circunstancias en Galicia también han cambiado mucho desde entonces. De acuerdo con los datos macroeconómicos recientes, la región ha aumentado un 4,5 su crecimiento y una de las razones de este incremento son las nuevas infraestructuras con que fue dotada a partir de 1980 y que permiten una comunicación rápida con el resto de la Península Ibérica. El aumento del empleo y el acceso de la población a la educación y la salud han contribuido también al bienestar general.
De Galicia es natural el empresario Amancio Ortega, propietario de la cadena mundial de establecimientos textiles Zara y que ostenta el título de hombre más rico de España. Además, en la región se han radicado numerosas empresas internacionales junto a las que ya existían, sobre todo del sector agroalimentario y pesquero, que han contribuido a borrar el estigma de Galicia de región pobre y atrasada.
Esa mejora en el bienestar general se ha traducido en una esperanza de vida para los habitantes de Galicia con los mayores índices en el conjunto de España: más de 84 años las mujeres y cerca de 80 los hombres. Algunos especialistas en nutrición creen que esta elevada media de vida de los nacidos en esa zona del noroeste de España obedece a la dieta atlántica que siguen, considerada tan saludable como la mediterránea, al estar integrada por proteínas tan excelentes como el marisco y el pescado, impregnados de grasa Omega-3 muy beneficiosa para el corazón y el cerebro.
El jefe del servicio de Endocrinología, Metabolismo y Nutrición del Hospital San Carlos de Madrid, Aniceto Charro, considera que este régimen alimenticio que siguen sus paisanos reduce en un 25 por ciento la mortalidad en cualquier patología, por lo que insta a los políticos y a los nutricionistas gallegos a que hagan esfuerzos para dar a conocer las ventajas de la dieta atlántica.
Este tipo de dieta también es habitual entre los habitantes del norte de Portugal y en Asturias, región vecina de Galicia por el este, donde el pescado y los frutos de la huerta abundan y permiten una alimentación sana y equilibrada.
Ante los elevados casos de longevidad en la zona, la Organización Mundial de la Salud (OMS) ya ha comenzado a interesarse muy vivamente por este tipo de dieta y a compararla con las que se siguen en Japón, donde el número de personas centenarias es el más elevado del mundo y donde el consumo de pescado crudo parece haber influido decisivamente en ese incremento de la esperanza de vida.
La dieta mediterránea tiene mejor prensa en el mundo porque se ha sabido vender mejor pero Charro recuerda que, mientras en Galicia se incrementa la esperanza de vida, en la zona mediterránea española disminuye "en meses" el tiempo de vida.
En declaraciones el catedrático subraya que existe "una base muy fuerte para poder demostrar que la alimentación que tenemos es excelente y tan buena como la mediterránea", y apoya sus aseveraciones en que la dieta atlántica está integrada por "proteínas excelentes" como el pescado y el marisco, que tienen la grasa Omega-3, "la mejor que se puede comer para el corazón, el cerebro y también para las embarazadas".
Pero en este apartado positivo también incluye la carne de ternera, que tiene "muy poca grasa", y hasta el cocido gallego "al que ya conocemos como el olivo andante, porque su grasa se parece a la del aceite de oliva".
Además están las legumbres que se consumen en Galicia, con una proteína vegetal "excelente", así como la leche y los quesos, que aunque contienen grasa saturada, el doctor recuerda que tienen la ventaja de poseer "una enorme cantidad de minerales y de calcio, que para las embarazadas, los niños o las personas mayores son excelentes para el control del esqueleto".
La dieta mediterránea comenzó a cobrar impulso en torno a los años 70 del pasado siglo cuando se publicó un estudio sobre el tipo y proporción de grasa en la alimentación en relación a la incidencia de enfermedades cardiovasculares en Europa. Los datos indicaron que los finlandeses eran los ciudadanos del Viejo Continente que mayor incidencia sufrían de estas patologías, a causa del 40 por ciento de la dieta derivada de las grasas que consumían, frente a unos índices menores en los naturales de países bañados por el Mare Nostrum.
Los estudiosos atribuían la diferencia esencial al empleo masivo de la mantequilla por parte de los escandinavos frente al aceite de oliva de los mediterráneos. Así empezó el culto a este producto entre los nutricionistas, ocasión que fue aprovechada por los fabricantes para esmerarse en la elaboración y, de paso, aumentar sus precios.
El aceite de oliva contiene casi exclusivamente ácido oleico, un ácido graso monoinsaturado que tiene un efecto más beneficioso que la de los ácidos grasos poliinsaturados. En la actualidad, además del aceite de oliva, en la dieta mediterránea van incluidas las legumbres, los frutos secos, todo tipo de verduras —crudas en ensalada, hervidas, a la plancha, maceradas en aceite—, las frutas, el queso fresco, el pan, los cereales y, sobre todo, el pescado, en especial el azul.
No es una dieta muy rica en proteína, tiene un considerable aporte de "grasa buena" —por el aceite de oliva— y ofrece toda una sinfonía de sabores, gracias a los distintos ingredientes y especias para elaborar sus platos, como orégano, albahaca, ajo, cebolla, pimiento, etc.
Aunque la dieta mediterránea es bastante equilibrada y completa, los nutricionistas coinciden en que no es ni la panacea ni la única manera de alimentarse juiciosamente, aunque constituye una excelente base nutritiva para construir después una dieta más avanzada y rica.
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AHANAOA A. C.
Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado
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