El botiquín está en la despensa
Cada vez más estudios constatan la relación entre alimentación y cáncer. Evitar la obesidad y seguir una dieta pobre en grasas saturadas y rica en fruta y verdura es la mejor prevención
La enfermedad
NO hace falta ser científico para saber que las papilas gustativas no reaccionan igual ante una suculenta hamburguesa con patatas fritas que ante un triste plato de zanahoria cocida y pescado a la plancha. Y, aún más, en el caso de que se esté siguiendo una dieta de adelgazamiento. Salta a la vista que las calorías no son las mismas. Pero tampoco los beneficios para la salud. Las grasas saturadas y parcialmente hidrogenadas de la primera opción son mucho menos recomendables que la segunda, rica en omega-3 y carotenoides, dos elementos clave para la prevención del cáncer. Y es que, más que un botiquín, haría falta tener en casa una gran despensa a juzgar por las investigaciones médicas. Cada vez son más las que asocian dieta y cáncer, alertando de que una alimentación rica en fruta y verdura ayuda a prevenir determinados tipos de tumores y a mejorar el tratamiento en caso de padecerlos.
Ya lo advierte la Asociación Española contra el Cáncer: «Una alimentación saludable, el mantenimiento del peso corporal en los rangos adecuados y la realización de ejercicio físico pueden contribuir a reducir la incidencia del cáncer entre un treinta y un cuarenta por ciento, fundamentalmente, el de mama, colon y esófago».
Enfermedad múltiple
No en vano, el cáncer «no es una única enfermedad», advierte el doctor Antonio Agudo, del Instituto Catalán de Oncología (ICO). «Son muchos tipos de tumores», agrega, en referencia a la diferente incidencia por órganos. Como observa, el número de casos de cáncer de estómago ha bajado, pero el de colon ha subido. En parte, se achaca a una «sociedad sedentaria» que consume un «exceso de calorías», argumenta Agudo, que destaca un aumento generalizado de la patología. Lo justifica en un incremento de la esperanza de vida -«vivimos suficiente para desarrollar más cáncer»-, pero también de los factores de riesgo. Y ahí, aunque la genética o los aspectos ambientales influyen, la nutrición tiene mucho que decir.
Un estudio impulsado por el Instituto Catalán de Oncología y publicado en 'The American Journal of Clinical Nutrition' concluye que quienes consumen más fruta y verdura tienen una mortalidad hasta un treinta por ciento inferior que los que consumen menos vegetales. Concretando más, otra investigación del ICO revela que la fibra de los cereales reduce hasta un treinta por ciento el riesgo de sufrir cáncer gástrico.
Hay quien prefiere ser más cauto. El doctor Ramón Colomer, por ejemplo, no cree que haya suficientes pruebas para hablar de vinculación clara entre nutrición y cáncer. Para el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), «la mayoría de los estudios existentes miran atrás, hay muy pocos prospectivos, sobre el futuro, que permitan anticiparse al desarrollo de la enfermedad».
No obstante, se muestra optimista ante trabajos como el EPIC ('Estudio prospectivo europeo sobre dieta, cáncer y salud'), en el que participan más de 500.000 personas. De momento, los resultados son esperanzadores. Según Ramón Colomer, se puede afirmar que una dieta rica en fibra protege contra el cáncer de colon. También el pescado sería un buen aliado. A diferencia de la carne procesada, que elevaría el riesgo de padecer la enfermedad. Entonces, ¿no se debe comer carne? No es necesario llegar a ese punto. Sólo hay que equilibrar la balanza. En opinión de Antonio Agudo, el problema es que hoy en día se sigue una dieta «muy basada en alimentos de origen animal y esto hace que se dejen de comer otros productos de la dieta tradicional más saludables, como la fruta y las hortalizas». Los alimentos elaborados, como la bollería industrial; los azúcares refinados y, sobre todo, la elevada densidad calórica de los menús son los principales enemigos.
¿Qué habría que comer por tanto? Hay una serie de nutrientes en los que todos los especialistas están de acuerdo: antioxidantes y ácidos grasos omega-3. Sin olvidar alimentos como las crucíferas o los frutos rojos. De todo hace un exhaustivo repaso el doctor David Servan-Schreiber en su libro 'Anti Cáncer. Una nueva forma de vida'. Líder de las listas de 'bestsellers' internacionales, el trabajo del psiquiatra y neurólogo indaga en las causas asociadas al desarrollo del cáncer. Y en primera persona, ya que sufrió un tumor cerebral.
Hoy, quince años después, este profesor de Psiquiatría en la ciudad estadounidense de Pittsburgh propone crear una «biolo-
gía anticáncer» a través de ejercicio físico, bienestar psicológico y, sobre todo, una alimentación adecuada. Basado en diversos estudios científicos, el doctor Servan-Schreiber compara el organismo con un jardín donde se puede limitar «lo que alimenta las malas hierbas ('promotores') y suministrar aquellos nutrientes que impiden su crecimiento ('antipromotores')».
Amigos y enemigos
Según explica, los promotores serían los azúcares refinados -que hacen subir la insulina y el IGF, una proteína que se ha relacionado con algunos tipos de cáncer-, las insuficientes cantidades de ácidos grasos omega-3 y el exceso de omega-6 -que se transforman en moléculas inflamatorias- y las hormonas de crecimiento presentes en la carne y los productos lácteos no orgánicos -que también estimulan el IGF-. En el otro lado están los 'antipromotores', los componentes fitoquímicos de algunas verduras y de determinadas frutas, que contrarrestan los mecanismos necesarios para el crecimiento del cáncer «o bien fuerzan a las células cancerosas a morir».
Se trataría, por tanto, de una combinación de sustancias. Es algo en lo que están de acuerdo los especialistas. Té verde, especias como el curry, el jenjibre, verduras crucíferas (brécol, col, coliflor), ajo, cebolla, puerro, verduras y frutas ricas en carotenoides (zanahoria, batata, calabacín, calabaza, tomate, albaricoque), soja, setas, pescados ricos en omega-3 (caballa, sardinas), frutas rojas (fresas, frambuesas, moras), cítricos (naranja, limón, pomelo) o el chocolate conforman la extensa lista de alimentos protectores.
Eso sí, también influye la forma de cocinar. Conviene no abusar de los alimentos fritos o asados a la parrilla, ya que la fuente calórica alcanza elevadas temperaturas y si el alimento está en contacto directo con ella se quema con mayor facilidad, siendo origen de los benzopirenos (sustancias cancerígenas). Eso sí, como apunta el doctor Antonio Agudo, se necesitaría un consumo excesivo para que llegara a ser perjudicial.
Ya lo advierte la Asociación Española contra el Cáncer: «Una alimentación saludable, el mantenimiento del peso corporal en los rangos adecuados y la realización de ejercicio físico pueden contribuir a reducir la incidencia del cáncer entre un treinta y un cuarenta por ciento, fundamentalmente, el de mama, colon y esófago».
Enfermedad múltiple
No en vano, el cáncer «no es una única enfermedad», advierte el doctor Antonio Agudo, del Instituto Catalán de Oncología (ICO). «Son muchos tipos de tumores», agrega, en referencia a la diferente incidencia por órganos. Como observa, el número de casos de cáncer de estómago ha bajado, pero el de colon ha subido. En parte, se achaca a una «sociedad sedentaria» que consume un «exceso de calorías», argumenta Agudo, que destaca un aumento generalizado de la patología. Lo justifica en un incremento de la esperanza de vida -«vivimos suficiente para desarrollar más cáncer»-, pero también de los factores de riesgo. Y ahí, aunque la genética o los aspectos ambientales influyen, la nutrición tiene mucho que decir.
Un estudio impulsado por el Instituto Catalán de Oncología y publicado en 'The American Journal of Clinical Nutrition' concluye que quienes consumen más fruta y verdura tienen una mortalidad hasta un treinta por ciento inferior que los que consumen menos vegetales. Concretando más, otra investigación del ICO revela que la fibra de los cereales reduce hasta un treinta por ciento el riesgo de sufrir cáncer gástrico.
Hay quien prefiere ser más cauto. El doctor Ramón Colomer, por ejemplo, no cree que haya suficientes pruebas para hablar de vinculación clara entre nutrición y cáncer. Para el presidente de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), «la mayoría de los estudios existentes miran atrás, hay muy pocos prospectivos, sobre el futuro, que permitan anticiparse al desarrollo de la enfermedad».
No obstante, se muestra optimista ante trabajos como el EPIC ('Estudio prospectivo europeo sobre dieta, cáncer y salud'), en el que participan más de 500.000 personas. De momento, los resultados son esperanzadores. Según Ramón Colomer, se puede afirmar que una dieta rica en fibra protege contra el cáncer de colon. También el pescado sería un buen aliado. A diferencia de la carne procesada, que elevaría el riesgo de padecer la enfermedad. Entonces, ¿no se debe comer carne? No es necesario llegar a ese punto. Sólo hay que equilibrar la balanza. En opinión de Antonio Agudo, el problema es que hoy en día se sigue una dieta «muy basada en alimentos de origen animal y esto hace que se dejen de comer otros productos de la dieta tradicional más saludables, como la fruta y las hortalizas». Los alimentos elaborados, como la bollería industrial; los azúcares refinados y, sobre todo, la elevada densidad calórica de los menús son los principales enemigos.
¿Qué habría que comer por tanto? Hay una serie de nutrientes en los que todos los especialistas están de acuerdo: antioxidantes y ácidos grasos omega-3. Sin olvidar alimentos como las crucíferas o los frutos rojos. De todo hace un exhaustivo repaso el doctor David Servan-Schreiber en su libro 'Anti Cáncer. Una nueva forma de vida'. Líder de las listas de 'bestsellers' internacionales, el trabajo del psiquiatra y neurólogo indaga en las causas asociadas al desarrollo del cáncer. Y en primera persona, ya que sufrió un tumor cerebral.
Hoy, quince años después, este profesor de Psiquiatría en la ciudad estadounidense de Pittsburgh propone crear una «biolo-
gía anticáncer» a través de ejercicio físico, bienestar psicológico y, sobre todo, una alimentación adecuada. Basado en diversos estudios científicos, el doctor Servan-Schreiber compara el organismo con un jardín donde se puede limitar «lo que alimenta las malas hierbas ('promotores') y suministrar aquellos nutrientes que impiden su crecimiento ('antipromotores')».
Amigos y enemigos
Según explica, los promotores serían los azúcares refinados -que hacen subir la insulina y el IGF, una proteína que se ha relacionado con algunos tipos de cáncer-, las insuficientes cantidades de ácidos grasos omega-3 y el exceso de omega-6 -que se transforman en moléculas inflamatorias- y las hormonas de crecimiento presentes en la carne y los productos lácteos no orgánicos -que también estimulan el IGF-. En el otro lado están los 'antipromotores', los componentes fitoquímicos de algunas verduras y de determinadas frutas, que contrarrestan los mecanismos necesarios para el crecimiento del cáncer «o bien fuerzan a las células cancerosas a morir».
Se trataría, por tanto, de una combinación de sustancias. Es algo en lo que están de acuerdo los especialistas. Té verde, especias como el curry, el jenjibre, verduras crucíferas (brécol, col, coliflor), ajo, cebolla, puerro, verduras y frutas ricas en carotenoides (zanahoria, batata, calabacín, calabaza, tomate, albaricoque), soja, setas, pescados ricos en omega-3 (caballa, sardinas), frutas rojas (fresas, frambuesas, moras), cítricos (naranja, limón, pomelo) o el chocolate conforman la extensa lista de alimentos protectores.
Eso sí, también influye la forma de cocinar. Conviene no abusar de los alimentos fritos o asados a la parrilla, ya que la fuente calórica alcanza elevadas temperaturas y si el alimento está en contacto directo con ella se quema con mayor facilidad, siendo origen de los benzopirenos (sustancias cancerígenas). Eso sí, como apunta el doctor Antonio Agudo, se necesitaría un consumo excesivo para que llegara a ser perjudicial.
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AHANAOA A. C.
Lic. Nut. Miguel Leopoldo Alvarado
http://www.nutriologiaortomolecular.org/
http://www.seattlees.com/